TPP en Chile: “No estamos de acuerdo”
Por: Carlos Figueroa
Columnista en “Voces” del Diario La Tercera de Chile
Chile, por medio de nuestra Presidenta, decidirá en las próximas semanas si firma o no el tratado más grande que nos ha tocado negociar desde que somos república. No sabemos su contenido, no sabemos su alcance, pero sí sabemos una cosa: se hizo a espaldas de los chilenos, a espaldas del Congreso y arriesgando nuestra soberanía.
El Trans Pacific Partnership (TPP) es un tratado impulsado por EE.UU. junto a 11 países ( Australia, Brunei, Canadá, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Vietnam y Chile). Su idea es reglamentar diversas áreas de la economía y la sociedad con el fin de quitar barreras para el comercio y homogeneizar los valores que EE.UU. promueve en distintas materias. Son 30 capítulos de negociación desde el 2008 que se han mantenido en secreto, de los cuales sólo conocemos la filtración del capítulo de Propiedad Intelectual. Y por lo que anunció el Canciller en su cuenta pública, dentro del próximo mes estas negociaciones deberían terminar.
¿Qué debe hacer Chile frente a este tratado? El sentido común dice que un acuerdo de este tipo debería beneficiarnos, sin embargo, existen varias razones por las cuales creemos que nuestro país no debería firmar el TPP.
Comercialmente hablando, Chile ya tiene Tratados de Libre Comercio (TLC) con los 11 países con los cuales suscribirá el TPP, por lo que este nuevo reafirma la mayoría de los beneficios y liberalizaciones de mercado que estos tratados persiguen. Económicamente no hay ninguna seguridad de que los beneficios sean mayores que las restricciones que se nos imponen. El mismo programa de gobierno anunciaba estas precauciones en su programa: “Para nuestro país es prioritario impedir aspectos cuestionables que pudieran surgir en este acuerdo, pues mal manejado se transformaría en una renegociación indirecta de nuestro TLC con EE.UU., debilitando acuerdos ya establecidos en materia de propiedad intelectual, farmacéuticos, compras públicas, servicios e inversiones, o llevaría a la instalación de nuevas normas en el sector financiero”.
Por lo anterior, fue sumamente sorpresiva la “vuelta al ruedo” que llevó a los representantes en Cancillería a señalar que el tratado sería firmado durante este semestre. Diversos movimientos ciudadanos han advertido que si las filtraciones son ciertas, empeorará el acceso de medicamentos de bajo costo y reglamentará años adicionales de las patentes que poseen derechos de propiedad intelectual sobre los medicamentos biológicos. En términos de propiedad intelectual, las filtraciones indican que habrá un endurecimiento de la persecución contra la circulación de contenidos en internet y un aumento de plazos de derecho de autor que podrían llegar hasta 120 años, entre otros ejemplos.
El error más grande, sin embargo, ha sido el político. Organizaciones sociales y políticas, parlamentarios de los 12 países y agencias de transparencia han pedido hace varios años la transparencia íntegra de estas negociaciones, y la respuesta ha sido un rotundo no. Pero el secretismo que nos impide ver los eventuales beneficios, no es el único problema. Por lo que sabemos, este tratado requerirá que Chile cambie su legislación en diversas materias, vulnerando toda posibilidad de que la ciudadanía decida y discuta si quiere o no tener esas restricciones o esas nuevas normativas. Además, si la Presidenta decide firmar deberemos ajustar nuestra legislación a los cambios que EE.UU. haga o dictamine respecto al tratado en la fase posterior a la firma. Es decir, se violará flagrantemente el derecho a decidir nuestras propias leyes sin injerencia de un país externo. Y por si eso fuera poco, Chile está poniendo en juego su relación con los países vecinos al sumarse a la estrategia regional de EE.UU., que busca hacerle frente a los países que ponen en cuestión su modelo social y económico.
En efecto, es el mismo Congreso de EE.UU. quien argumenta la importancia geoestratégica de este tratado que contempla al 40% del PIB mundial, como balance y contraofensiva al poderío que está tomando China y el BRICS (conglomerado que reúne a China con Brasil, Rusia, India, y Sudáfrica)
¿Queremos como chilenos ser parte de esa estrategia de EE.UU.? ¿Podemos discutirlo?
Frente a todo esto, desde Revolución Democrática no estamos de acuerdo. No estamos de acuerdo con la forma, y de lo que conocemos, tampoco con el fondo. Sólo estos últimos meses se han abierto espacios de transparencia por parte de Cancillería, pero sin ninguna capacidad de influir en lo que se ha negociado por más de cinco años. Y el Congreso sólo podrá decir sí o no a la firma de este tratado, el todo o nada.
En momentos en que la Presidenta intenta recuperar la confianza con su pueblo, Chile no puede permitirse el lujo de firmar un tratado hecho a espaldas de la gente, que puede poner en juego nuestra soberanía y que trae -en lo que se sabe- más restricciones que beneficios a la política y al modelo chileno que estamos tratando de construir.