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Lunes, 13 de enero de 2014

García Sayán: “Salud pública: acuerdo en mesa”.

GS sobre TPP

 

Artículo publicado en el diario La República

Parece un chiste cruel. Las últimas 11 medicinas aprobadas en EE.UU. para tratar el cáncer,  suponen, cada una, un gasto anual de no menos de 100.000 dólares por paciente.

Inaccesible hasta en los países ricos. Asuntos como este ponen sobre el tapete el viejo dilema de la necesidad de contar con medicamentos a precios más accesibles, por un lado, vs. los intereses de los laboratorios y transnacionales, en los que se mezcla el legítimo derecho de rentabilizar su inversión en investigación científica con el ansia de ingresos desmedidos.

El asunto tiene actualmente especial relevancia por las serias interrogantes surgidas en torno a las negociaciones para el TPP, siglas que responden al nombre neutro y a la vez ampuloso de “Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de Asociación Económica”. Se trata de un controvertido proyecto de tratado que se viene negociando entre 12 países del espacio Asia-Pacífico, que no incluye, sin embargo, a países claves en ese espacio como China, Corea o Indonesia. No están, pues, todos los que “deberían” estar. Pero el problema central no está allí sino en algunos de los asuntos en discusión.
El tema que está sacando más chispas es el de la propiedad intelectual y los posibles efectos que los acuerdos podrían tener en un asunto tan “vital” – literalmente – como el de los precios de los medicamentos. Se trata, de la nueva “guerra de las drogas”, esencialmente por lo que podría acarrear en el aumento en los precios de los medicamentos.  En las negociaciones de este año este será un punto crucial.

Así, se estaría planteando, entre otros aspectos, autorizar un nuevo uso del mismo medicamento con lo que se iniciaría un nuevo plazo de protección de patente postergando su conversión en genérico. También, ampliar las patentes a métodos de diagnóstico y tratamientos y ampliar (duplicar) el período de protección de datos con exclusividad.

Asimismo, se propone limitar la posibilidad de que los países dispongan medidas compulsivas para el acceso a patentes (como lo hizo Sudáfrica frente al HIV) o para oponerse a patentes que se consideran no tienen sustento apropiado.

Esta discusión ha sido siempre relevante pues existen obvios intereses en conflicto. Hoy esa contradicción es más viva por la concurrencia de dos factores fundamentales.

Primero, el encarecimiento que ya se viene produciendo en medicamentos, cada vez más especializados, para tratar enfermedades complejas que de manera creciente se vienen requiriendo en los llamados países “emergentes”.  Segundo, porque esa perspectiva hace que mientras el mercado mundial de medicamentos crecerá anualmente en 1-4% entre los países ricos, se estima que lo hará en 10-13% en los países emergentes.

¿Es posible conciliar perspectivas e intereses, en apariencia antagónicos, y en lo que tanto se juega? En este terreno la mesa negociadora del TPP está que arde pues están en agenda demasiadas cosas sobre asuntos muy concretos. Un análisis objetivo de la realidad es indispensable para identificar los intereses de cada uno de los jugadores y poder concretar los aspectos esenciales de los intereses propios que deben estar en el acuerdo. Algunos quieren convertir cualquier acuerdo de libre comercio en un asunto de principio: una suerte de “santo grial” para unos y de “demonio” o intrínsecamente malo para otros. Ni lo uno ni lo otro, todo dependerá del contenido concreto

En esencia se trata de encontrar –o construir– un difícil, pero fundamental, punto de equilibrio y no de precipitarse a firmar cualquier cosa. La Directora General de la Organización Mundial de la Salud, Margaret Chan, ha declarado que los costos de los nuevos productos médicos están volviéndose insostenibles, incluso para los países ricos. Si bien el desarrollo de nuevos medicamentos es lento y costoso, no deja de ser sintomático que la cabeza de Pfizer, el gigante farmacéutico estadounidense, haya declarado que “al menos que seamos respetados por la sociedad, corremos el riesgo de perder a la vez nuestras patentes y nuestra capacidad de ponerle precio a nuestros medicamentos”. ¿Se podrá encontrar el “justo medio”?

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